Asimov, Isaac Las Corrientes del Espacio 

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perseguidos. Este boletín no se repitió en los posteriores noticiarios radiados. No me cabe la menor duda 
prosiguió de que las dos informaciones están relacionadas. No dudo de que el hombre que busco está ahora en
manos de los patrulleros. He pedido autorización para ir a Florina y me ha sido denegada. He mandado por sub
éter a Florina la petición de que el hombre en cuestión sea enviado a Sark y no he recibido contestación. Vengo
al Centro de Asuntos Florinianos a pedir que se actúe en este sentido. O yo voy allá o a él lo mandan aquí. ,
-El gobierno de Sark -dijo el oficial con voz descolorida no puede aceptar ultimátums de los funcionarios del
CAEI. He sido advertido por mis superiores de que probablemente me interrogaría usted sobre estos
particulares, y he recibido instrucción sobre los hechos que debo comunicarle a usted. El hombre que fue
sorprendido consultando los textos reservados, con sus dos compañeros, un Edil y una mujer floriniana,
cometieron, en efecto, la agresión a que se ha referido usted, y fueron perseguidos por las patrullas. Pero no
fueron, sin embargo, capturados.
Una amarga decepción se pintó en el rostro de Junz. No trató de ocultarla.
-¿Han huido?
-No exactamente. Fueron localizados en una panadería de un tal Matt Khorow.
-¿Y se les permitió seguir allí? -dijo el doctor abriendo los ojos.
-¿Ha conferenciado usted recientemente con Su Excelencia Ludigan Abel?
-¿Qué tiene esto que ver con...?
-Estamos informados de que ha sido usted visto con frecuencia en la Embajada de Trantor.
-No he visto al embajador desde hace una semana.
-Entonces le aconsejo que le vea. Hemos permitido que
los criminales siguiesen en la tienda de Khorow, e inofensivos, por el respeto debido a nuestras delicadas
relaciones interestelares con Trantor. Tengo instrucciones de decirle a usted, si me parece necesario, que
Khorow, como seguramente no le sorprenderá saber -y aquí el blanco rostro adquirió una inusitada expresión de
burla-, es muy conocido en el Departamento de Seguridad como agente de Trantor.
6
El embajador
Faltaban todavía diez horas para que Junz tuviese su entrevista con el funcionario cuando Terens salió de la
panadería de Khorow.
Avanzando a buen paso por las calles de la ciudad, pasaba la mano por las ásperas superficies de las cabañas
de los trabajadores al pasar. A excepción de la pálida luz que se filtraba desde la Ciudad Alta, se encontraba en
una oscuridad total. La única luz que podía verse en Ciudad Baja era el resplandor opalino de las linternas de los
patrulleros que circulaban en grupos de dos o tres.
23
Al oír unos pasos lejanos que se aproximaban, Terens se metió en una calle polvorienta, ya que incluso de
noche los riegos de Florina difícilmente podían penetrar en las oscuras regiones inferiores aI cementoide.
Aparecieron unas luces, pasaron y desaparecieron cien metros más abajo.
Durante toda la noche las patrullas estuvieron circulando. Les bastaba con eso, circular. El miedo que inspiraban
era suficiente para mantener el orden sin el menor alarde de fuerza. Sin luces en la ciudad, la oscuridad hubiera
podido servir de manto para numerosos seres humanos errantes, pero incluso sin los patrulleros como lejana
amenaza, este peligro hubiera podido descartarse. Los almacenes de comida y los talleres estaban bien
guardados; el lujo de Ciudad Alta era inasequible; y robarse unos a los otros, explotar la miseria del semejante,
hubiera sido claramente fútil.
Lo que se hubiera considerado delito en otros mundos, era prácticamente inexistente aquí, en la oscuridad. Los
pobres estaban fácilmente a mano pero no había nada que sacar de ellos y los ricos estaban fuera de alcance.
Terens siguió avanzando, y al pasar por debajo de una de las aberturas del cementoide superior no pudo menos
que levantar la vista.
i Fuera de alcance! ¿Estaban realmente fuera de alcance? ¿Cuántos cambios de actitud respecto a los Nobles
de Sark había experimentado durante su vida? De chiquillo no había sido más que un chiquillo. Los patrulleros
eran unos monstruos vestidos de plata y negro, de los cuales se huía, hubiese uno hecho algo malo o no. Los
Nobles eran superhombres legendarios y míticos, inmensamente ricos, que vivían en un paraíso conocido por
Sark y velaban atenta y celosamente por el bienestar de la estúpida población masculina y femenina de Florina.
Cada día en la escuela tenía que repetir: « ¡Que el espíritu de la Galaxia vele por los Nobles como ellos velan
por nosotros! »
Sí, pensaba ahora, ¡ exacto! , j exacto! Que el espíritu fuese para ellos lo que ellos para nosotros. Ni más ni
menos. Sus puños se cerraron en las sombras.
Cuando tenía diez años había escrito un ensayo en el colegio sobre lo que imaginaba debía ser la vida en Sark.
Era una obra de pura imaginación creativa destinada a revelar sus condiciones de escritor. Recordaba muy
poco, sólo un fragmento en realidad. En él describía a los Nobles reuniéndose cada mañana en un amplio
vestíbulo pintado de colores como los de la flor del kyrt, de pie bajo el esplendor de veinte pies de altura
discutiendo sobre los pecados de los florinianos y meditando sombríamente acerca de la triste necesidad de
volverlos a la virtud. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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