Miami, donde el tiempo se detuvo5 

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es que Puerto Rico es una colonia americana , le respondió Fidel.
Nixon, de todos modos, no quedó muy complacido y aconsejó a Dwight Eisenhower[11] que lo
mejor era tumbar a Fidel. Allí comenzó la cosa, hace 40 años. Sobornaron a unos cuantos supuestos
dirigentes políticos, ayunos de ideas, reclutaron unos mil cubanos que no tenían la menor idea de lo que
iban a hacer y los tiraron en la Ciénaga de Zapata. Ya se sabe lo que pasó.
Es decir, la incompetencia, la frivolidad, la falta de sentido histórico, la ignorancia, la arrogancia, la
estupidez, la avidez de dinero, todo eso, en un extraño cóctel, ha sido la base de la política hacia Cuba,
tanto entre los pobres cubanos, como entre los americanos.
Luis Báez: En ese análisis le falta algo.
Luis Ortega: ¿Qué me falta?
Luis Báez: La subestimación.
Luis Ortega: Siempre han subestimado a Castro en lo personal y no han podido entender el profundo
sentido histórico que tiene su gesta.
Luis Báez: ¿Cuál es su criterio del ideal nacionalista de Fidel?
Luis Ortega: El ideal nacionalista de Castro y su lucha por la independencia de Cuba no es una vocación
unipersonal. Ni empezó con él ni va a terminar con él. Es algo que tiene raíces.
Fidel Castro siempre ha sido muy hábil en sus relaciones con la realidad. Cuando todos creíamos que era
imposible hacer una Revolución y tomar el poder sin el concurso del ejército, Castro demostró que sí era
posible. Estuvo muy claro para entender que el país estaba hueco por dentro. Que el ejército no era,
realmente, un ejercito y estaba desmoralizado. Que todas las instituciones estaban huecas. Que las clases
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más ricas del país no estaban preparadas para resistir una acometida. Que la prensa, los jueces, los
sindicatos, todos estaban corrompidos.
La conducta de los cubanos, sobre todo de los llamados  dirigentes políticos , a partir de 1959, sirvió
para corroborar que la Cuba anterior estaba seriamente deteriorada. Lo único que se les ocurrió a quienes
se declararon adversarios de la Revolución fue ponerse a las órdenes de Washington. En todos estos años
no han descubierto que tomaron la ruta equivocada. Se han muerto, pero no rectificaron.
Luis Báez: ¿Qué tiempo le daba de vida a la Revolución?
Luis Ortega: Seis meses. El valor mayor de Castro es que ha durado 40
años. Ya tiene seniority. Esa experiencia que tiene es lo que le
permitirá resolver los problemas de Cuba...
Luis Báez: Después del triunfo revolucionario, ¿lo ha visto?
Luis Ortega: Sí.
Luis Báez: ¿En qué fecha?
Luis Ortega: En noviembre de 1995. Después lo he visto en otras ocasiones.
Luis Báez: ¿Dónde se encontraron por primera vez?
Luis Ortega: En el Palacio de la Revolución.
Luis Báez: ¿Qué tiempo conversaron?
Luis Ortega: Estuvimos hablando tres noches seguidas hasta altas horas de la madrugada.
Luis Báez: ¿De qué hablaron?
Luis Ortega: Nada importante. Fue una conversación en grupo. Muy amena. El podría decirte que yo he
sido tal vez el único cubano que no fue a darle consejo alguno de cómo tiene que resolver "la
problemática cubana".
Me imagino que la tendencia a hablar con Castro para ofrecerle soluciones debe ser muy frecuente.
Los cubanos, en general, siempre nos inclinamos a "fijar nuestra posición histórica".
Luis Báez: ¿Y usted no tiene posición histórica?
Luis Ortega: Si me pongo a pensar es hasta posible que pueda improvisar una. ¿Por qué no?
Luis Báez: ¿Publicó esas conversaciones?
Luis Ortega: No lo hice.
Luis Báez: ¿Cuál fue la causa?
Luis Ortega: No me pareció que era necesario. Hay algo de exhibicionismo en esas publicaciones. No era
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una entrevista periodística.
Luis Báez: ¿Pudo haber sido?
Luis Ortega: Yo concibo la entrevista periodística en un tono de enfrentamiento. Y yo no tenía ni tengo
el menor interés en hacerle preguntas desagradables a Fidel Castro.
Luis Báez: ¿Qué impresión le produjo Fidel?
Luis Ortega: Muy buena. Fue muy deferente conmigo. Fue una gran experiencia, sin dudas. Yo dejé de
ver a Fidel antes del Moncada, tal vez en 1953. Era entonces un joven al que ya se le adivinaba la
dinámica. En 1995 lo que encontré fue un mito.
Luis Báez: ¿ Por qué?
Luis Ortega: Porque ya ha rebasado la historia, ya es invulnerable. Es una leyenda de tiempos fabulosos.
Eso es un mito. Muchas gentes quieren tocarlo para ver si es real. Cuando él se desliza por un pasillo,
lentamente, midiendo sus pasos, un poco a cámara lenta, como suelen siempre caminar los mitos, no es
que esté enfermo o que le duela nada; es que lleva ya sobre los hombros una carga tan grande de historia
que ha tenido que renunciar a la agilidad de los primeros años.
La imagen que proyecta sobre el mundo es mucho mejor que la que tenía en los años iniciales de la
Revolución. Su prestigio internacional ha crecido desde la caída de la Unión Soviética. La imagen de
Castro está consagrada. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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