[ Pobierz całość w formacie PDF ]
abandonada. Y en la mina hay unos tíos que lo
esperan, y...
¡La he leído! gritó Eudes . Y los tíos
empiezan a tirar: ¡bang!
¡bang! ¡bang!
... ¡Bang! Y después el sheriff dice:
«¡Hola, extranjero! dije yo .
Por aquí no nos gustan los curiosos»...
Sí dijo Eudes , y entonces el cowboy
saca su pistola, y ¡bang! ¡bang!
¡bang!
¡Ya basta! dijo el señor Escarbille.
A mí me gusta más mi historia del
aviador dijo Godofredo . ¡Brummm!
¡baummm!
No me hagas reír con tu historia del
aviador dije . Al lado de mi historia del cowboy,
¡es terriblemente estúpida tu historia del
aviador!
¡Ah! ¿Sí? dijo Godofredo . Pues, para
que te enteres, tu historia del cowboy es más
estúpida que nada.
¿Quieres un puñetazo en la nariz?
preguntó Eudes.
65
¡Niños!... gritó el señor Escarbille.
Y después oímos un ruido enorme, y toda
la cosa con los libros cayó al suelo.
¡Casi no la toqué! gritó Clotario, que
se había puesto colorado.
El señor Escarbille no parecía nada
contento, y dijo:
Bueno, ¡ya basta! No toquéis nada.
¿Queréis comprar algo, si o no?
Noventa y nueve, ¡cien! dijo Alcestes .
Sí, su cuaderno tiene cien hojas, no era mentira.
Es formidable; sí que lo compraría.
El señor Escarbille le quitó el cuaderno
de las manos a Alcestes, y fue muy fácil porque
las manos de Álceles siempre están resbaladizas;
miró el cuaderno y dijo:
¡Condenado niño! ¡Has ensuciado todas
las hojas con los dedos! Bueno, peor para ti. Son
cincuenta francos.
Sí dijo Alcestes . Pero no tengo
dinero. De modo que, en casa, a la hora de comer,
voy a pedirle a papá que me lo dé. Pero no se haga
ilusiones, porque hice el tonto ayer, y papá dijo
que me castigaría.
Y como era tarde nos marchamos todos,
gritando:
¡Hasta la vista, señor Escarbille!
El señor Escarbille no contestó; estaba
ocupado mirando el cuaderno que quizá le compre
Alcestes.
Yo estoy encantado con la nueva librería,
y sé que ahora seremos siempre bien recibidos.
Porque, como dice mamá: «Siempre hay que hacerse
amigo de los comerciantes; así, después, se
acuerdan de nosotros y nos sirven bien.»
66
Rufo está enfermo
Estábamos en clase, haciendo un
problema de aritmética muy difícil, donde hablaban
de un granjero que vendía montones de huevos y de
patatas, y entonces Rufo levantó la mano.
Dime, Rufo dijo la maestra.
¿Puedo salir, señorita? preguntó Rufo .
Estoy enfermo.
La maestra le dijo a Rufo que fuera a su
mesa; lo miró, le puso la mano en la frente y le
dijo:
Es cierto que no tienes buen aspecto.
Puedes salir; ve a la enfermería y diles que se
ocupen de ti.
Y Rufo se marchó muy contento, sin acabar
su problema. Entonces
Clotario levantó la mano y la maestra le dio a
conjugar el verbo: «No debo fingir que estoy
enfermo para tratar de tener una disculpa y no
hacer mi problema de aritmética.» En todos los
tiempos y en todos los modos.
67
En el recreo, en el patio, encontramos a
Rufo y fuimos a verlo.
¿Has ido a la enfermería? pregunté.
No me contestó Rufo . Me escondí hasta
el recreo.
¿Y por qué no fuiste a la enfermería?
preguntó Eudes.
No estoy tan loco dijo Rufo . La última
vez que fui a la enfermería me pusieron yodo en la
rodilla y me picó mucho.
Entonces Godofredo le preguntó a Rufo si
estaba realmente enfermo, y Rufo le preguntó si
quería una torta, y eso hizo reír a Clotario, y no
me acuerdo muy bien de lo que dijeron los
compañeros y de cómo fue la cosa, pero pronto
estuvimos todos peleándonos alrededor de Rufo que
se había sentado a mirarnos y gritaba: «¡Dale!
¡Dale! ¡Dale!»
Claro, como de costumbre, Alcestes y
Agnan no se pegaban. Agnan, porque repasaba sus
lecciones y porque por culpa de sus gafas no se le
puede pegar; y Alcestes, porque tenía que acabar
dos tostadas antes del final del recreo.
Y después llegó corriendo el señor
Mouchabière. El señor Mouchabière es un nuevo
vigilante que no es muy viejo y que ayuda al
Caldo, nuestro vigilante de verdad, a vigilarnos.
Porque eso es cierto: aunque nos portemos bien,
vigilar el recreo da mucho trabajo.
Bueno dijo el señor Mouchabière , ¿qué
pasa ahora, pandilla de salvajes? ¡Voy a ponerles
un castigo a todos!
A mi no dijo Rufo ; yo estoy enfermo.
Si dijo Godofredo.
¿Quieres una torta? preguntó Rufo.
¡Silencio! gritó el señor Mouchabière .
¡Silencio, o les prometo que se pondrán todos
enfermos.
68
Entonces no dijimos nada, y el señor
[ Pobierz całość w formacie PDF ]
© 2009 Nie chcÄ™ już wiÄ™cej kochać, cierpieć, czekać ani wierzyć w rzeczy, których nie potwierdza życie. - Ceske - Sjezdovky .cz. Design downloaded from free website templates