Goscinny, Rene Los Amiguetes del Pequeno Nicolas 

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abandonada. Y en la mina hay unos tíos que lo
esperan, y...
 ¡La he leído!  gritó Eudes . Y los tíos
empiezan a tirar: ¡bang!
¡bang! ¡bang!
 ... ¡Bang! Y después el sheriff dice:
«¡Hola, extranjero!  dije yo .
Por aquí no nos gustan los curiosos»...
 Sí  dijo Eudes , y entonces el cowboy
saca su pistola, y ¡bang! ¡bang!
¡bang!
 ¡Ya basta!  dijo el señor Escarbille.
 A mí me gusta más mi historia del
aviador  dijo Godofredo . ¡Brummm!
¡baummm!
 No me hagas reír con tu historia del
aviador  dije . Al lado de mi historia del cowboy,
¡es terriblemente estúpida tu historia del
aviador!
 ¡Ah! ¿Sí?  dijo Godofredo . Pues, para
que te enteres, tu historia del cowboy es más
estúpida que nada.
 ¿Quieres un puñetazo en la nariz? 
preguntó Eudes.
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 ¡Niños!...  gritó el señor Escarbille.
Y después oímos un ruido enorme, y toda
la cosa con los libros cayó al suelo.
 ¡Casi no la toqué!  gritó Clotario, que
se había puesto colorado.
El señor Escarbille no parecía nada
contento, y dijo:
 Bueno, ¡ya basta! No toquéis nada.
¿Queréis comprar algo, si o no?
 Noventa y nueve, ¡cien!  dijo Alcestes .
Sí, su cuaderno tiene cien hojas, no era mentira.
Es formidable; sí que lo compraría.
El señor Escarbille le quitó el cuaderno
de las manos a Alcestes, y fue muy fácil porque
las manos de Álceles siempre están resbaladizas;
miró el cuaderno y dijo:
 ¡Condenado niño! ¡Has ensuciado todas
las hojas con los dedos! Bueno, peor para ti. Son
cincuenta francos.
 Sí  dijo Alcestes . Pero no tengo
dinero. De modo que, en casa, a la hora de comer,
voy a pedirle a papá que me lo dé. Pero no se haga
ilusiones, porque hice el tonto ayer, y papá dijo
que me castigaría.
Y como era tarde nos marchamos todos,
gritando:
 ¡Hasta la vista, señor Escarbille!
El señor Escarbille no contestó; estaba
ocupado mirando el cuaderno que quizá le compre
Alcestes.
Yo estoy encantado con la nueva librería,
y sé que ahora seremos siempre bien recibidos.
Porque, como dice mamá: «Siempre hay que hacerse
amigo de los comerciantes; así, después, se
acuerdan de nosotros y nos sirven bien.»
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Rufo está enfermo
Estábamos en clase, haciendo un
problema de aritmética muy difícil, donde hablaban
de un granjero que vendía montones de huevos y de
patatas, y entonces Rufo levantó la mano.
 Dime, Rufo  dijo la maestra.
 ¿Puedo salir, señorita?  preguntó Rufo .
Estoy enfermo.
La maestra le dijo a Rufo que fuera a su
mesa; lo miró, le puso la mano en la frente y le
dijo:
 Es cierto que no tienes buen aspecto.
Puedes salir; ve a la enfermería y diles que se
ocupen de ti.
Y Rufo se marchó muy contento, sin acabar
su problema. Entonces
Clotario levantó la mano y la maestra le dio a
conjugar el verbo: «No debo fingir que estoy
enfermo para tratar de tener una disculpa y no
hacer mi problema de aritmética.» En todos los
tiempos y en todos los modos.
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En el recreo, en el patio, encontramos a
Rufo y fuimos a verlo.
 ¿Has ido a la enfermería?  pregunté.
 No  me contestó Rufo . Me escondí hasta
el recreo.
 ¿Y por qué no fuiste a la enfermería? 
preguntó Eudes.
 No estoy tan loco  dijo Rufo . La última
vez que fui a la enfermería me pusieron yodo en la
rodilla y me picó mucho.
Entonces Godofredo le preguntó a Rufo si
estaba realmente enfermo, y Rufo le preguntó si
quería una torta, y eso hizo reír a Clotario, y no
me acuerdo muy bien de lo que dijeron los
compañeros y de cómo fue la cosa, pero pronto
estuvimos todos peleándonos alrededor de Rufo que
se había sentado a mirarnos y gritaba: «¡Dale!
¡Dale! ¡Dale!»
Claro, como de costumbre, Alcestes y
Agnan no se pegaban. Agnan, porque repasaba sus
lecciones y porque por culpa de sus gafas no se le
puede pegar; y Alcestes, porque tenía que acabar
dos tostadas antes del final del recreo.
 Y después llegó corriendo el señor
Mouchabière. El señor Mouchabière es un nuevo
vigilante que no es muy viejo y que ayuda al
Caldo, nuestro vigilante de verdad, a vigilarnos.
Porque eso es cierto: aunque nos portemos bien,
vigilar el recreo da mucho trabajo.
 Bueno  dijo el señor Mouchabière , ¿qué
pasa ahora, pandilla de salvajes? ¡Voy a ponerles
un castigo a todos!
 A mi no  dijo Rufo ; yo estoy enfermo.
 Si  dijo Godofredo.
 ¿Quieres una torta?  preguntó Rufo.
 ¡Silencio!  gritó el señor Mouchabière .
¡Silencio, o les prometo que se pondrán todos
enfermos.
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Entonces no dijimos nada, y el señor [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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