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Sí, señor.
Quedan los daños y perjuicios. Aquí nuestro criterio es diferente. El tutor de un
menor de edad o el dueño de un animal son responsables de los daños cometidos por el
niño o animal en cuestión, pues la ley sostiene que es preferible que sean el dueño o el
tutor quienes sufran las consecuencias, en lugar de la tercera persona inocente. Excepto
por una sola cosa, que de momento no mencionaré, los actos aquí juzgados caen dentro
de esta regla. En primer lugar, permítaseme observar que una o más de las demandas
presentadas alegan daños reales, pidiendo al mismo tiempo una actuación punitiva y
ejemplar. Esta petición de castigo queda rechazada; no hay motivo para ella. Creo que
sólo existen los daños reales en todos los casos, y los abogados así lo han declarado. Por
lo que se refiere a las costas, el Departamento de Asuntos Espaciales, en el interés
público, se hace cargo de las mismas.
Betty le comentó a John Thomas:
Hicimos bien en declararlo una propiedad. Mira cómo sonríen esos buitres de las
compañías de seguros. Greenberg prosiguió:
He dicho que hacía una reserva. Se presenta indirectamente la cuestión de que
Lummox pueda no ser un animal y, por consiguiente, no se le pueda considerar un bien,
sino que pueda tratarse de un ser sensible e inteligente, en el sentido que dan a esta
expresión las «Costumbres de civilizaciones», siendo por lo tanto dueño de sus propios
actos. Greenberg vaciló. Temía que su alegato no fuese encontrado válido . Hace
mucho tiempo que hemos colocado a la esclavitud fuera de la ley; ningún ser sensible e
inteligente puede ser propiedad de un tercero. Pero si Lummox es un ser de esta
categoría, ¿qué debemos hacer? ¿Puede hacerse responsable a Lummox de sus actos?
No parece que posea el suficiente conocimiento de nuestras costumbres para ello, y
tampoco parece que se encuentre entre nosotros por su libre elección. ¿Son sus dueños
putativos sus guardianes de hecho, y por lo tanto los responsables? Todas estas
preguntas se reducen a una: ¿es Lummox un bien mueble, o un ser libre?
»Este tribunal ha expresado su opinión, en el momento oportuno, de que Lummox no
podía declarar como testigo... de momento. Pero este tribunal no está capacitado para
pronunciar una decisión final, por mucho que crea que Lummox es una bestia.
»El tribunal iniciará, por consiguiente, una encuesta por su cuenta, con el fin de
determinar la naturaleza de Lummox. Entretanto, éste pasará a depender de las
autoridades locales, las cuales serán responsables tanto de su seguridad como de la
seguridad pública respecto a él.
Una mosca hubiera tenido trabajo en escoger entre tantas bocas abiertas. El primero
en recobrarse de su asombro fue el abogado de la Sociedad Mutua de Seguros
Occidentales, Schneider.
Pero, señor juez... ¿Cómo va a quedar este asunto?
Lo ignoro.
Pero... suplico a usía que se enfrente con los hechos. La señora Stuart no tiene
propiedades ni bienes embargables; es la beneficiaría de un consorcio. Lo mismo puede
decirse del muchacho. Esperábamos poder embargar a la propia bestia; reportaría un
buen precio en el mercado adecuado. Pero ahora usía, si me permite la expresión, ha
volcado el carro de las manzanas. Si uno cualquiera de esos científicos empieza una
larga serie de tests, que durarán tal vez años, o arroja dudas acerca de la naturaleza de
bien mueble de la bestia..., bien, ¿qué haremos nosotros? ¿Tendremos que demandar a
la ciudad?
Lombard se puso en pie de un salto.
Oiga, ustedes no pueden poner un pleito a la ciudad. La ciudad se halla entre los
perjudicados. Según esta teoría...
Orden dijo Greenberg con firmeza . Ninguna de estas preguntas puede
responderse ahora. Todas las acciones civiles continuarán hasta que la naturaleza de
Lummox sea esclarecida. Miró al techo . Aún hay otra posibilidad. Según parece, esta
criatura vino a la Tierra en el «Rastro de Fuego». Si mi recuerdo de la historia es correcto,
todos los ejemplares traídos en esa nave eran propiedad del gobierno. Si Lummox es un
bien mueble, puede resultar no ser de propiedad privada. En ese caso, la situación puede
complicarse y dar lugar a un litigio más arduo.
Schneider parecía anonadado y Lombard mostraba un semblante colérico. John
Thomas parecía confundido; le susurró a Betty:
¿Qué está diciendo? Lummox me pertenece a mí.
Chitón... murmuró Betty . Ya te dije que lo sacaríamos de ésta. Oh, el señor
Greenberg es un corderillo.
Pero...
¡A callar! Pronto habremos ganado.
El hijo de K. Ito había guardado silencio durante toda la vista, excepto cuando se
levantó a declarar. Pero ahora volvió a levantarse.
Señor juez.
Diga, señor Ito.
No entiendo una palabra. Yo no soy más que un granjero, pero querría saber una
cosa. ¿Quién pagará los invernaderos de mi padre? John Thomas se puso en pie.
Yo dijo sencillamente. Betty le tiró de la manga.
¡Siéntate, idiota!
Cállate, Betty. Ya has hablado bastante. Betty se calló . Señor Greenberg, todo el
mundo ha hablado. ¿Puedo ahora decir algo?
Adelante.
He oído muchas cosas durante todo el día. Unos, que decían que Lummox es
peligroso, cuando en realidad no lo es. Otros, que querrían verlo muerto, sólo por
despecho...¡Sí, a usted me refiero señora Donahue!
Diríjase al tribunal, por favor dijo Greenberg amablemente.
Usted también ha dicho una serie de cosas. No las he entendido todas, pero si usted
quiere perdonarme, señor, le diré que algunas de ellas me han parecido una perfecta
majadería. Le ruego que me disculpe.
Estoy seguro de que no tenía intención de ofenderme.
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